La realidad que vivimos en la Argentina
y en gran parte del mundo actual, está impregnada
de los efectos horrorosos generados por la aplicación
de un proyecto depredador denominado popularmente "neoliberalismo".
Ese proyecto de dominación es impulsado por los
sectores más concentrados del poder económico
y político de los países desarrollados (en
especial la cúpula del poder más retrógrado
de los EEUU y Gran Bretaña), y cuenta con la aplicación
cómplice de los sectores dominantes de los países
periféricos. El mismo fue imponiéndose no
sólo por la fuerza de los intereses económicos
y el uso de la violencia abierta, sino también
apoyado por una ideología que logró un fuerte
consenso social.
La teoría económica convencional, difundida
internamente por los economistas del establishment (y
por muchos economistas "progres"), ha servido
de aval ideológico a las políticas de concentración,
saqueo y genocidio, que viene soportando la sociedad argentina
desde mediados de los años '70.
Esa corriente de economistas
convencionales (en realidad comunicadores al servicio
del poder) impulsa una visión de la realidad y
de la ciencia económica, muy alejada de nuestra
visión. Hablan de la Economía como ciencia
natural o exacta, y no de la Economía Política
como ciencia social. Desarrollan esquemas de análisis
sólo accesibles a los especialistas (unos pocos
que piensan en nombre del conjunto).
Analizan la sociedad desde la perspectiva microeconómica
(el individuo aislado es el eje de las explicaciones del
sistema), suponen a todos los seres humanos como máquinas
que se comportan siempre igual (egoístas y racionales
que buscan la maximización de los beneficios),
donde no existe la solidaridad y la cooperación
(salvo si en algún momento eso fuera más
rentable).
Los economistas convencionales no se preocupan por la
depredación del ambiente donde habitamos, ni del
exterminio de especies vegetales o animales (tampoco de
los seres humanos). Y justifican los enormes desastres
del capitalismo, como efectos secundarios que son necesarios
para que el sistema funcione mejor. Afirman que la pobreza
es culpa de los pobres; que las desigualdades sociales
son el resultado natural de la existencia de individuos
más capaces y competitivos; que el desempleo es
causado por la falta de voluntad de trabajar; y que la
ganancia como fin último es la forma más
eficaz de organizar el funcionamiento del sistema.
Nosotros planteamos una
visión diferente de la economía,
porque hablamos en primer lugar de una
economía para todos. Una economía
para todos en un doble sentido: por un lado, un sistema
económico que sirva para
que mejore la calidad de vida del conjunto de la
sociedad (y no para unos pocos privilegiados), y por otro
lado, una visión de ese sistema, que
sea accesible a la comprensión de todos
(y no el reducto de unos pocos iluminados).
Pero también hablamos de la economía política
y de su carácter social.
Economía
política, porque las actividades que el
ser humano realiza en sociedad para producir y distribuir
lo que necesita, no puede quedar librado al funcionamiento
de las fuerzas del mercado y a las lógicas puras
de la competencia y la máxima ganancia; sino que
debe haber una firme intervención de la sociedad
(una voluntad política) para procurar que el espacio
de la economía ayude a garantizar una mejor calidad
de vida.
El carácter
social está dado porque esta disciplina
estudia fundamentalmente relaciones sociales (y no al
individuo aislado que suponen los economistas convencionales,
y que sólo existe como tal en su imaginación).
Y porque tanto el estudio de la economía como las
explicaciones que se deducen, tienen una visión
global y sistémica.
Hablamos además de una economía
humana, en el sentido de que las actividades de
producción y distribución deben considerar
prioritariamente al hombre, como su fin principal, a diferencia
de la visión convencional que acepta como algo
natural que el objetivo central de la actividad económica
sea la búsqueda de la máxima ganancia (y
a ello subordina cualquier otra consideración).
Incluimos en esta visión el comportamiento solidario
que está en la base de la vida en sociedad, y cuyo
peso en las relaciones sociales ha sido desplazado a espacios
reducidos y secundarios, aplastado por la visión
economicista y neoliberal.
Decimos que una nueva economía
debe ser también sustentable,
en varios sentidos.
Primero, porque la actividad de producir
y distribuir para mejorar las condiciones de vida de la
gente, tiene que buscar estructuras y mecanismos de funcionamiento
que garanticen su continuidad en
el tiempo.
Segundo, porque la actividad económica
no debe depredar el ambiente
en el que vivimos, poniendo en peligro la supervivencia
de las generaciones futuras.
Y tercero, porque se debe procurar
la mayor participación posible
de todos, como única garantía de
que lo que se haga responda efectivamente a sus intereses,
y de que no se desnaturalice si quienes conducen un proceso
intentan desviar su rumbo en beneficio de unos pocos.
Pensamos que además debe ser creativa y liberadora
del ser humano.
En contraposición con las recetas
estandarizadas y "bajadas" como orden por los
que tienen el poder, para ser obedecidas al pie de la
letra, la nueva economía debe ser creativa,
para potenciar la capacidad que tenemos todos de buscar
la mejor manera de hacer las cosas, usando nuestra inteligencia.
Y frente a la alienación que
sufre el ser humano que es considerado un objeto o una
mercancía, que sólo sirve en la medida que
ayude a una mayor acumulación de riquezas, la nueva
economía debe ser liberadora,
para permitir espacios crecientes de libertad al ser humano,
que suprima los múltiples condicionamientos y la
fuerte dependencia que sufre actualmente, que le impiden
desarrollarse plenamente.
Somos quienes acusamos al modelo del neoliberalismo es
el que impera signando su realidad en la Argentina y en
gran parte del mundo, impulsado por los sectores que concentran
el poder económico y político de los países
desarrollados y con la complicidad de los países
periféricos. Se fue imponiendo por la fuerza y
por consenso social a través de su ideología.
Ese modelo, de concentración, saqueo y genocidio
aplaca a la sociedad argentina desde la década
del 70.
Estos economiscas convencionales suponen a los seres humanos
como máquinas que se comportan siempre igual (egoístas
y racionales que buscan la maximización de los
beneficios), donde no existe la solidaridad y la cooperación.
Ni tampoco se preocupan por la depredación del
ambiente donde habitamos, ni del exterminio de especies
vegetales o animales. Justifican el desempleo como la
falta de voluntad de trabajar y culpan a los pobres de
la pobreza.
Nosotros tenemos otra visión
de la Economía, porque hablamos en primer lugar
de una economía para todos. Que sirva para que
mejora la calidad de vida del conjunto de la sociedad.
y por otro lado, una visión de ese sistema, que
sea accesible a la comprensión de todos
(y no el reducto de unos pocos iluminados).
También hablamos de economía política
y de su carácter social.
Economía
política, desligar al mercado como organizador
de las fuerzas sociales, sino que la sociedad quien debe
incidir fuertemente en el sistema económico procurando
garantizar una mejor calidad de vida.
Economía
humana porque las actividades de producción
y distribución deben ser consideradas prioritarias
para el hombre, como su fin principal y no como la búsqueda
de la máxima ganancia, adoptando para ello un comportamiento
solidario.
Por una Economía Sustentable, que garantice su
continuidad en el tiempo, que no deprede el ambiente y
que debe procurar la mayor participación posible
de todos.